18 de octubre de 2010

NUEVO JARDÍN



Estoy una vez más merendando junto a mis compañeros en el jardín de infantes. El lugar es hermoso, lleno de juegos, colores, láminas y cosas nuevas... pero hay algo que, definitivamente, no me gusta: mi maestra. Y ya van a ver por qué.
Me divierto mucho junto a mis amigos, me maravillo con nuevos descubrimientos, me invitan a su casa y nos divertimos. En el jardín lo que más me gusta son los festejos de cumpleaños, donde comemos cosas que en casa no hay habitualmente y podemos hacer lo que queremos.
- ¡Ay, Ana Claudia! ¡Otra vez lo mismo! - mis ojos se abren de par en par y no puedo creer sentir tanta vergüenza y miedo juntos. Mi cabeza no se mueve, mi cuerpo no se mueve, quiero hacerlo y no puedo, estoy paralizada... sólo mis ojos actúan como radar para corroborar lo que tanto temo... todos mis compañeros están mirándome fijamente, algunos sorprendidos y otros riéndose. En este momento quisiera que viniera una hechicera y, haciendo un conjuro, lograra desaparecer a la maestra... o bien volver el tiempo atrás y hacer como que nada ha pasado.
- Sos tonta, te lo dije, siempre hacés lo mismo. ¡Ya mismo levantas la Crush del suelo! - dice la maestra desde allá arriba, casi tocando el techo con su cabeza, ceño fruncido, boca tensa y palabras que lanzan dardos que aciertan en su objetivo, mi corazón.
A pesar de mi parálisis logro mover mis ojos y verla directamente a los suyos. Lo único que siento en este momento es que me hierve la cara, me hace burbujitas el cerebro y las manos, mis pies y piernas vibran y mi estómago es un volcán de lava ardiente. Con todas mis fuerzas deseo que esta bruja, mi maestra, se transforme en un bicho indeseable para que sufra lo que yo siento.
- ¡Ja ja ja miren, miren! ¡A la maestra se le cayó todo el pelo y le crecieron las orejas y tocan el suelo! - exclamaba entre asustado, sorprendido y divertido mi amigo Gonza, mientras iba juntándose montones de pelo en el piso y observándose una arrugada cabeza calva.
- ¡Puajjjj qué asqueteeeeeeeeeee! Nunca vi nada tan feo. Ohhh, ahora le creció una trompa con escamas... y... ¿qué es eso? - no caía en la realidad de lo que veía mi amiga Lucía, mientras la maestra estaba muda y con los ojos desorbitados.
- Eso es... pa... qué raro... ¿es como una vieja sin dientes, no? Y atrás le salió una cola de chicle a la que se le están pegando los pelos... uy... ¡que feo! Ja ja ja.
Mis amigos y yo estábamos sorprendidos y divertidos con tal espectáculo. La maestra se había convertido en un bicho desagradable y pequeño, ahora tenía casi nuestro tamaño y no hablaba ni se movía.
- ¿Que sientes con esto, bicha fea? Uy qué divertido es pegarle los papeles de colores en la cola. ¡Vamos, vamos! Yo le voy a hacer una cola loca! ji ji ji - se divertía Manuel y nos instaba a acompañarlo en ese juego.
- ¡Ah, dale, buenaso! Yo le voy a hacer nudos en las orejas porque quiero que sea como un bicho que vi en la tele... porque a mi me parece que es sorda... ¿no escucha, no? Como no se mueve... Hey, bo, bicha loca, ¿me escuchas? - provocaba Facu mientras saltaba divertido a su alrededor y pinchaba a nuestra ex maestra con los lápices de colores.
- Si... parece sorda y muda... pero... shhh... ¡esperen, esperen! Creo que veo algo... ¡Sí, veo algo! ¿No lo ven? - exclamé mientras me acercaba a los ojos de ese ser extraño y repugnante. Descubro en ellos lágrimas que comienzan a brotar sin cesar y, en el fondo, me veo a mi misma con cara de desconcierto, sin terminar de comprender el daño que le estábamos haciendo con mis compañeros a ese ser que se encontraba indefenso y sin poder comunicarse. Mis amigos también lo ven y, al igual que yo, sentimos un profundo dolor y tristeza por cómo la hicimos sentir mientras nos burlábamos de ella.
- Esperen... yo conozco unas palabras mágicas que me enseñó mi abuela y borra los errores que cometimos por ignorancia y sin intención. ¿Están de acuerdo? - dije un poco nerviosa porque hacía mucho no usaba ese truco, ya que últimamente mis errores eran a conciencia.
- ¡Sí! - dijeron todos a coro.
- No queremos que se sienta triste y llore... no queríamos hacerle daño pero no nos dimos cuenta de lo que hacíamos... queremos que sea feliz y pueda jugar con nosotros - reflexionó Martina mientras sus ojos quedaban vidriosos.
En medio de una nube de polvo y viento comenzó el viaje para traer nuevamente a la maestra con nosotros.
- “Porque una palabra hiriente y proferida sin pensar, deja más huellas que una estaca en el pecho. A ti te regalo las palabras mágicas para que vuelvas a ser tu misma y guardes en tu memoria este sentimiento: COMPASIÓN, TOLERANCIA Y RESPETO”.
Al finalizar el conjuro se aquietó el huracán que había azotado el salón y nuevamente teníamos nuestra maestra frente a nosotros, con una mirada dulce y comprensiva, sonriendo pacíficamente.
- ¡Chicos! ¿Pero qué fue lo que pasó por nuestra clase? ¿Nos visitó un tornado y yo no me di cuenta? - exclamó en un tono divertido y juguetón.
- ¡Vamos! ¡Tenemos que poner en orden este lugar porque les tengo una sorpresa! El que termine primero se lleva el premio aunque... tengo premios para todos ji ji ji - sonreía divertida nuestra “nueva” maestra.
Nos miramos en silencio y de manera cómplice con mis amigos, y en medio de una fiesta de música y colores, ordenamos todo lo que la magia había sacado de su lugar... ¿o puso donde debía estar?...

2 comentarios:

  1. Querida Ninfa acuática: has hecho un gran viaje a la infancia, la cruda infancia que de tierna sólo tiene la frase hecha, para tomar justicia, aunque ésta sólo sea literaria. es también, una más de las libertades del Escritor, estilete de poderoso filo que hay que manejar como un arma presta a disparar. Hermosa historia.

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  2. Gracias por los comentarios, viejo!!! ahhh te deschavé! La infancia... ni tan tierna ni tan cruda tampoco eh, aparte por este medio se solucionan, simbólicamente, y en el alma, cualquier dejo de dolor que haya quedado en el camino :-)

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