17 de octubre de 2010

LA MARIPOSA DE DIOS




Conozco una mariposa triste, atormentada, confusa y desamparada.
Cualquiera que la viera pensaría que su pesar no tiene razón de ser, puesto que es bella, radiante, con amanecer en los ojos, pero viste solo dos colores.
Las personas que la ven admiran su belleza, el azabache de la cara posterior de sus alas y el blanco puro y luminoso de su interior.
Cuando vuela a posarse en tu mano te deslumbra con su luz, te regala vida y aroma a esperanza.
Cuando su vuelo es de despedida impresiona por la seducción de su oscuridad, atrapa su misterio y hace imposible el dejar de pensar en ella:
¿adónde vas con tu pausado volar?
¿sabes que se extraña tu luz cuando se apagan tus alas?
¿alguna vez podrás crear otro color en tu vestir?

Conozco una mariposa feliz, magnífica, extraordinaria y extasiada.
Cualquiera que la viera sentiría que Dios se camufla en ella, es deslumbrante, parece que con su fluir es Una con la vida, llena de canciones, colores y danza.
Las personas que la ven se sienten invadidas con su presencia, no logran comprender cómo despierta emociones tan fuertes y encontradas, por un lado el éxtasis del agradecimiento por vivir para ver esa maravilla, y por otro, la desesperación de que quizá sólo sea una ilusión y que la caída será estrepitosa si desapareciera.
Cuando emprende su retirada lo hace de manera frenética, alocada, radical y fulminante, por lo que es imposible dejar de preguntarse por ella:
¿volverás y serás real?
¿podrás traer un color que no encandile nuestros ojos?
¿si encuentras tu centro podras regalarnos un suave y esperanzador gris?

Conozco una mariposa que renació ante los ojos del Universo.
Ella no quemó solamente sus negros y bailó en sus blancos, sino que se arrastró por el polvo del caos, las heridas abiertas de la sombra, la sangre seca de los malos recuerdos, tocando el fondo de la nada, cuando todo es oscuridad y a la vez es luz. Agonizó, desgarró, gritó, lloró, imploró, pidió perdón y juró nunca volver a ser la misma mariposa, hizo un pacto en nombre de su crisálida, como símbolo de su resurrección, jurando recordarla siempre que buscara los extremos intocables.
Dios tuvo piedad de su amada hija y le encomendó una misión:
serás una mariposa gris esperanza, gris resurgimiento, gris despertar, gris salvación, gris amor incondicional, porque en el gris están el perdón, la liberación, la resolución, la ceniza que contiene la pasión aún encendida del fuego, el intenso blanco que ilumina la vida
y el sabio negro que trae nacimiento con la muerte”.

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