30 de diciembre de 2010

Ondina Azul y Alejo



Una mañana de brisa fresca e intenso sol, en la orilla del mar se encontraba lamentándose Alejo, un joven cangrejo rosado que no había podido conocer otros mares por su imposibilidad de caminar hacia adelante. Poco tiempo atrás se había cuestionado sobre esta característica y desde que tomó conciencia de ello, no logró ver la vida de la misma manera.
Solía ser un cangrejo medianamente feliz, se contentaba con sentir la arena bajo sus patitas, sentir la frescura del agua en su caparazón, dejarse arrastrar por el vaivén de las olas y esconderse en el mar cuando algo le generara temor.
Pero desde el día en que quiso avanzar, para establecer comunicación con una gaviota que reposaba en la seca arena, y se vió impedido de hacerlo, ya no pudo dejar de entristecerse por su condición.
Permanecía inmóvil durante largas horas bajo el sol pensando cómo podría solucionar algo que iba contra su propia naturaleza. Se tomó un tiempo para observar lo que le rodeaba. Reparaba en cada detalle de los demás seres de su entorno. Descubrió que los peces no podían hablar y dormían con sus ojos abiertos, pero a su vez podían recorrer todo el vasto mar con solo impulsar sus aletas, eligiendo la dirección que quisiera tomar; los caracoles no podían avanzar rápidamente si un ave se les acercaba con la intención de comérselos pero se podían refugiar en su coraza y tomar el rumbo que quisiera una vez que hubiera pasado el peligro; los hipocampos no podían correr sobre la tierra pero albergaban sus hijitos en una bolsita en su cuerpo y recorrían las aguas con total libertad. Poco a poco fue detectando las debilidades y fortalezas de cada uno pero todos... absolutamente todos... podían elegir hacia donde ir y sobre todo, ir hacia adelante. Sin embargo, él y los de su especie, eran los únicos que no lo podían hacer. Invariablemente debían caminar hacia atrás.
Hasta ese momento Alejo no había tenido nunca ninguna meta concreta ni deseo a realizar, simplemente fluía llevando a cabo la información que almacenaba su genética. Pero haber tomado contacto con este descubrimiento le causó tal frustración que aún no lograba asumirlo como tal.
- Hola Alejo ¿estas tomando un poco de sol? ¿es raro encontrarte por acá y tan quietito? - se acercó lentamente Ondina Azul, que había resuelto disfrutar un rato de compañía visitando a su amigo cangrejo.
- Si... es raro ¿no? Ondina... tu que hace muchos años vives en este mar y has recorrido gran parte de nuestro planeta... ¿me podrías contestar una pregunta, con toda honestidad? - preguntaba Alejo con cierto temor a conocer la respuesta.
- Sabes que siempre estoy para ayudar. Pregunta tranquilo que, por lo que veo, se viene LA pregunta - menciona jocosamente la ninfa de las aguas.
- Nos conocemos desde pequeños y bueno... preguntarte esto me da... como vergüenza... porque vas a pensar que soy un tonto... ¡pero es que nunca me di cuenta! - protestaba consigo mismo el cangrejo.
- ¿De qué no te diste cuenta? Preguntame que si me dejas, por ahí te puedo ayudar en algo. Además, nunca pensaría que eres un tonto, tu me has enseñado muchas cosas antes, como sumergirme en la arena húmeda luego que se retira la ola, si es que quisiera camuflarme ante algún peligro - intentaba animar Ondina Azul a su amigo.
- Y te ha salvado alguna que otra vez, je - responde más animado y confiado Alejo - Bueno, mi pregunta es: ¿vos sabías que yo no puedo caminar hacia adelante? Es decir ¿te habías dado cuenta que nunca, pero nunca, pero nunca caminé para adelante, sino siempre para atrás? - indagaba con intriga y resquemor mirando fijamente los ojos del hada.
- Sí Alejo, tu nunca caminaste hacia adelante pero... pensé que tu lo sabías. ¿Cuando te diste cuenta de esto? - respondía francamente a su amigo.
- El otro día estuve contemplando un pájaro que no conocía, seguro no era de aquí... quise entablar una conversación con él y cuando quise avanzar... ¡zas! ¡Me alejaba! Por un momento intenté visualizar mi cerebro enviando las órdenes correctas a mis patas, pero siempre que pensaba “adelante”, ¡mis patas se movían para atrás! - exclamaba realmente asustado Alejo al tomar nuevamente conciencia de su imposibilidad.
- Alejo, te entiendo que estés tan shockeado porque acabas de descubrir algo que había pasado inadvertido para ti, durante mucho tiempo. ¿Pero qué es lo que más te asusta de esto? Porque hasta ahora te he conocido como una cangrejo feliz y no se en qué piensas que pueda cambiarte esto - indagaba como poniendo a prueba la toma de conciencia de su amigo.
- ¿Que qué es lo que más me asusta de esto??? TODO. O sea... yo no se si era feliz... yo... yo era... yo vivía y hacía, nada más, no pensaba mucho ni me cuestionaba nada y si... si estar así es ser feliz... era feliz. Pero desde que me di cuenta que nunca podría avanzar para lograr algo que quisiera... me puse triste. Porque yo ahora quiero lograr cosas. El otro día quería hablar con ese pájaro y no pude. Ahora me doy cuenta que quiero hacer cosas diferentes, quiero conocer nuevos mares, conocer nuevos árboles, ver distintos cielos y atardeceres, conocer otros seres distintos a mi y no se... también alguna cangrejita que me acompañe en estas aventuras - respondía visiblemente emocionado y tímido ante su sorpresiva honestidad.
- ¡Ay, qué lindo lo que dices Alejo! Gracias a mis alitas he podido recorrer nuevos territorios y sin lugar a dudas te digo: anímate a hacerlo - impulsaba el hada al cangrejo amigo.
- ¡¿Pero cómo Ondina?! Te he dicho que no lo puedo hacer... yo solo puedo caminar hacia atrás... no me imagino atravesando el mundo de espaldas - hablaba desanimado al responder a su amiga.
- Mmm... yo tengo una idea... - mencionaba en tono misterioso Ondina.
- Porfis, porfis! Dímela! Te juro que te traigo un regalo de cada lugar que recorra, pero dime tu idea - saltaba entusiasmado el cangrejo ante la posible solución a su recientemente descubierto problema.
- Te voy a presentar a Cande. Es una amiga cangreja que recién se instaló en nuestro mar. Ella nació en otro lugar y tiene un alma aventurera, ha estado viajando por un tiempo y hace unos días eligió nuestras aguas para residir un tiempo. Seguro conoce la clave para ayudarte en tus deseos. ¿Quieres conocerla? - pregunta el ser alado guiñando un ojo.
- ¡Siiii! Por supuesto Ondina. Tengo un presentimiento... creo que en un par de días ya no estaré aquí... estaré caminando hacia adelante, hacia un rumbo bien lejano - sonreía Alejo al imaginar los nuevos paisajes que le estarían esperando.
Alejo pasó el día disfrutando de la frescura del mar y el sol que le renovaba sus energías, imaginando los nuevos lugares por conocer y su corazón se inquietaba con tanta expectativa. Su ánimo había cambiado radicalmente desde su charla con su mágica amiga. Ahora podía sentir nuevamente la brisa esperanzadora del cambio.
- Alejo... ella es Cande. Cande... él es Alejo. Los dejo conversando un rato porque tengo que ir a retocar mis alas... hoy las hice trabajar demasiado y necesitan unos mimos - sonríe pícaramente el hada mientras se retira pacíficamente, dejando solos a ambos cangrejos.
- Hola Cande, soy Alejo, encantado. Me contó Ondina que hace poco te viniste a vivir a nuestro mar. Espero que te haya parecido lindo.
- Si, estuve recorriendo varios lugares y me gustó aquí para descansar unos días, para luego retomar la aventura. Ondina me dijo que tu estabas pensando hacer lo mismo... y que yo te podría ayudar en algo... - Cande deja un silencio para que el cangrejo pueda elegir bien sus palabras.
- Debo ser honesto contigo y pedirte un favor, aunque recién nos estamos conociendo. Tu eres una cangreja como yo y, seguramente, te habrás dado cuenta, antes que yo, de que no podemos caminar hacia adelante. Lo descubrí hace poco y me angustié por ello. Desde ese momento tengo ganas de viajar y tener nuevas experiencias pero me encontré con esta imposibilidad. ¿Cómo has hecho tu para viajar? - preguntaba visiblemente sorprendido Alejo.
- Por suerte supe esto desde chiquita. Mis padres me contaron de esta “capacidad diferente” que nosotros tenemos y gracias a ello pude adaptarme a nuestra condición. Lo asumo como algo natural y realmente no me genera ningún tipo de inconveniente. Así fue como descubrí que sí podemos caminar hacia adelante, ¿sabes? Y podemos conquistar nuestras metas como cualquier otro ser de nuestro maravilloso planeta - comunicaba pacífica y alegremente Cande.
- ¿Si? ¿Cómo? Cuéntame porque no me imagino... he hecho el intento pero no lo logro - se mostraba cada vez más entusiasmado Alejo.
- Nosotros podemos caminar hacia adelante “junto a otro” - y quedó en silencio mirando a su reciente amigo.
- Eh... ¿junto a otro? Pero... ¿y así no estaríamos caminando los dos hacia atrás? - subía una ceja en señal de desconcierto el cangrejo.
- No, porque he descubierto la táctica que nos permite avanzar mientras nos apoyamos en el otro. Digamos que es trabajo en equipo. Nos tenemos que poner espalda con espalda y así, con un ganchito que inventé, unimos mis patas traseras a las tuyas. Durante un tramo del camino yo voy caminando “normalmente, hacia atrás” y esto hace que tu camines hacia adelante, y cuando yo me canse, tu haces lo mismo por mi - compartía su secreto con una amplia sonrisa la despierta cangreja.
- ¡Y así podríamos ir avanzando en nuestra aventura de ir explorando el mundo! ¡Qué buena idea amiga! Me hubiera gustado que mis padres también me comunicaran esto desde chiquito... pero siento que para ellos no era fácil hablar sobre este tema - recuerda reflexivo Alejo.
- Y no lo es... tampoco lo fue para mis padres. Pero siempre es mejor decir una verdad por más dolorosa que parezca. Nada bueno surge de la ignorancia y aunque el dolor es inevitable, lo que sí podemos elegir es el sufrimiento. Una verdad no dicha genera desconfianza y tristeza, uno no puede elegir en el desconocimiento. Pero frente a la verdad revelada, junto al dolor que esta pueda conllevar, nacen las oportunidades de crecimiento y con esto, la búsqueda de la felicidad - compartía sus conocimientos Cande.
- Es bueno saberlo. Gracias por compartir tu táctica para poder recorrer el mundo. ¿Te parece que pueda unirme a tu expedición cuando retomes el viaje? Ya no puedo esperar más - daba saltos de alegría Alejo mientras se imaginaba todo lo que le esperaba.
- ¡Claro que puedes! Tenía el presentimiento de que este lugar no solamente me iba a brindar paz y tranquilidad, sino también buenos amigos y posibilidades de seguir transitando nuestro mundo junto a seres especiales - reía Cande mientras daba un fuerte abrazo a Alejo.
- ¡Vamos! Tenemos que buscar a Ondina para que bendiga nuestro emprendimiento puesto que fue ella quien nos acercó para que me revelaras esta gran verdad.
Y, de esta manera, Alejo y Cande disfrutaron los últimos días de verano en el mar que los encontró y se prepararon para emprender un camino nuevo hacia la aventura y felicidad.

Alegoría



En las profundidades de la tierra de un pacífico y lejano bosque vivía Platón, un joven topo que, recientemente, había cumplido un año más de su existencia. Su carácter reservado y meditabundo le había llevado a evitar celebrarlo junto a su comunidad, pero este año cumplía 30, y el cambio de década le había traído como regalo una intensa angustia existencial. Intentando minimizar su malestar tomó la decisión de conmemorarlo junto a su novia, Creta, con la cual pensaba estrenar su paternidad y consolidar su madriguera.
Es bien sabido que los topos son animales solitarios y su único sentido en la vida es escarbar en la oscuridad del mundo subterráneo, alimentarse de pequeños invertebrados, construir su nido y, de esta manera, encontrar su media naranja para poder garantizar la supervivencia de su especie. Pero Platón no era un topo común. Desde pequeño había demostrado una aguda inteligencia que se traducía en profundos cuestionamientos existenciales, incomodidad por lo que sus padres llamaban “su destino”, conductas rebeldes e inestables, así como días de malhumor y ansiedad. Habiendo transitado esta etapa y sintiendo que su mundo no cambiaba comenzó a desarrollar una especie de frustración constante, por lo que decidió abandonar su lucha e intentó ajustarse a las reglas impuestas por su entorno para ser aceptado, aunque el precio a pagar por ello fuese sacrificar su felicidad.
Un oscuro día de verano iba Platón, ciego y sordo, desmarañando un nuevo túnel, buscando anestesiar alguna lombriz para reservarla como postre, cuando se encontró, frente a frente, con Creta. Captó su belleza a través de su sensible olfato y tacto, logrando crear una imagen mental de cómo debía ser en la realidad. Ella se mostró segura y tranquila, aguardando el siguiente movimiento de Platón. Éste, sin saber cómo conquistar su amor, atinó a regalar una lombriz adormecida que llevaba consigo, como prueba de sus buenas intenciones. Desde ese momento comenzaron a construir un mismo túnel para una vida en común y se podría decir que fue amor a primera vista si ambos no fuesen ciegos, así que fue amor a primer olfato, como les gustaba designar a ellos este primer encuentro. La construcción de la madriguera era patrimonio del varón y la fémina se encargaba de evaluar las condiciones de la obra, puesto que allí permanecerían los retoños hasta sus primeros pasos en los laberintos subterráneos. Platón había decidido clausurar sus más profundos deseos de ver y recorrer el mundo con tal de hacer feliz a sus padres y novia. Aunque nunca había asomado su rostro en la superficie de la tierra, en su interior tenía la certeza de que había un mundo desconocido esperando ser descubierto. Muchas veces, en sus sueños, se veía a sí mismo asumiendo este riesgo y atreviéndose a romper todos los esquemas impuestos para poder conquistar este llamado hacia lo desconocido... pero, en la nebulosa onírica, cuando estaba a punto de asomar su hocico en el exterior... algo lo despertaba... y con esto su angustia aumentaba más y más.
Y es así que Platón estaba, un día como cualquier otro, cumpliendo su cotidiana tarea de rastrillar un nuevo pasadizo, sumido en sus pensamientos, cuando un intenso e incomprensible dolor de cabeza lo paralizó por completo.
- Ay... ¿pero que es esto? ¿Por qué me duele tanto la cabeza? ¡Ay, mis ojos! Mis ojos! - se los tapaba y restregaba con sus patas, en un intento por hacer desaparecer ese fuerte dolor y asustándose ante las lágrimas que de ellos se desprendían.
Así permaneció algunos minutos, esforzándose por mantener el control y serenarse, para poder comprender lo que estaba sucediendo.
De a poco las lágrimas comenzaron a ceder y al retirar su patas de sus ojos pudo ver - literalmente - un escenario que solo en sueños se había atrevido a intentar imaginar.
Tenía su cabeza en alto y su vista dirigida hacia la superficie del túnel. Sobre su cuerpecito se desplegaba una potente luminosidad que provenía de un pequeño hoyo que comunicaba con el mundo exterior.
Su corazón comenzó a palpitar a tal velocidad que su respiración se tornó entrecortada. Sus extremidades comenzaron a temblar y su alma le indicaba que, a pesar del intenso miedo, diera sus primeros pasos hacia ese lugar desconocido.
Fue dando cada pisada en sentido vertical, y a pesar de la dificultad que esto implicaba, llegó a asomar su hocico en el mundo de la luz.
Por primera vez en su vida estaba viendo a través de sus ojos. Estaba extasiado ante este escenario desconocido e intentado descifrar que serían aquellas criaturas verdes y altas, ese inmenso fondo azul que le conmovía, cuando sus oídos se alertaron ante un penetrante sonido. Movía su cabeza de un lado a otro buscando el origen del mismo cuando frente a él se posa un ser majestuoso que le eriza con su sola presencia. Su mirada era enigmática y atrayente, sumamente poderosa, como si en el simple contacto visual pudiera desnudar su alma y desentrañar sus más íntimos secretos.
- ¿Vas a quedarte a medio camino? ¿Crees que puedes conocer el mundo escondiendo una parte de ti mismo? - inquiría marcialmente ese ser alado que pacíficamente apoyaba sus patas en el fresco verde.
- ¿Co... co... como sabes que qui... qui... quiero conocer el mu... mu... mundo? - se atrevió a responder a pesar de su miedo.
- ¿No te enseñaron que nunca debes responder con una pregunta? - desafiaba con cada una de sus palabras.
- Perdón... no me di cuenta... - se disculpaba Platón, cuando sintió un fuego en su estómago y clamó - ¡No! ¡No me disculpo nada! Hace tiempo vengo pidiendo disculpas por todo. Sí, quiero conocer el mundo y lo voy a hacer a mi manera - hablaba con sentida seguridad en sí mismo.
- Muy bien, me gusta esa actitud. Estarás de acuerdo en que vas a precisar quien te guíe en este otro mundo, ¿verdad? Es bueno ser intrépido pero no irresponsabe - expresaba gentilmente el ave - Mi nombre es Pepe, soy un halcón nativo de estas tierras y soy el custodio de este bosque. ¿Por qué la cara de sorpresa? - indaga ante los ojos muy abiertos del topo.
- Nunca conocí a nadie que no fuera como yo... hasta el día de hoy pensaba que era ciego y sordo, aunque siempre sentí que las imágenes en mis sueños eran reales... y ahora estoy escuchando cada palabra que pronuncias y puedo ver cada detalle de ti... mi mundo es muy distinto al tuyo... a este que tu conoces.
- Yo no vivo en tu mundo pero se que la oscuridad te atrapa y puede condenarte a una existencia sin búsqueda ni crecimiento... lo he visto en otros halcones, cuando quedan aprisionados en la soledad de su cueva. Tu y yo tenemos cosas en común aunque aún no lo sepas.
- Mmm... tu te desplazas por el cielo y ves a miles de kilómetros de distancia, eres libre desde que has nacido, compartes tus vuelos con otros pájaros... yo en cambio... no he podido ver ni escuchar, me sentía atrapado en los pasadizos subterráneos, nunca compartí sueños ni viajes con otros, he sido solitario y únicamente mi novia Creta conoce algo de mi... - se entristece al recordarla y cuán lejana la siente en este instante.
- He aparecido frente a ti porque tengo una misión que cumplir. El jefe de mi clan, un viejo y sabio halcón colorado, me ha estado preparando para este momento. Me ha dicho que cuando éste llegara tu y yo nos encontraríamos para reconocer el sentido de nuestra existencia - hablaba emocionado el sabio pájaro.
- ¿Cómo es que siendo ciego podía soñar con estos hermosos paisajes? - preguntó visiblemente extrañado Platón, como lo hacía en sus primeros años de vida ante todo aquello que no cumpliera sus expectativas.
- Porque tu espíritu habitó en un cuerpo como el mío hace algunas vidas atrás... y el mio habitó en uno como el tuyo. Una vez cumplida parte de nuestra misión en esa oportunidad, abandonamos nuestras vestimentas y, por un tiempo, permanecimos en las estrellas, hasta que el momento ideal, concertado por nuestro padre cielo y madre tierra, se produjo y, a través de dos estrellas fugaces, reencarnamos con esta apariencia. En aquella oportunidad conocí la oscuridad de la soledad, del desconocimiento, de la falta de certezas, la ausencia de sentidos, el camino en solitario, la angustia de la falta de esperanzas y opresión por el que, en ese momento, era mi destino - recordaba con serenidad el halcón.
- O sea que era cierto lo que sentía en mi interior... una vez fui libre y conocí la luz, recorrí intrépidamente estos cielos y pude expandir mi alma - se maravillaba visiblemente emocionado Platón.
- Se me ha pedido que, por lo que dura un día, pueda llevarte a recorrer los paisajes que transitaste en tu vida pasada, para que tu espíritu recuerde que la luz siempre está presente, aún en la oscuridad - invitaba alegremente Pepe.
- Ay... qué emocionante... no puedo contener las lágrimas... ¡de alegría, de felicidad! Pero... ¿qué puedo hacer yo por ti? - se preguntó en voz alta el topo.
- Dejarme ayudarte y así cumplir mi misión... anteriormente fuiste tu quien trajo luz a mi vida y ahora tu la debes recibir. Aunque suene sencillo, muchas veces no lo es, porque se requiere humildad, generosidad, aceptación y agradecimiento.
- Se que hemos conquistado estos terrenos anteriormente y sí, te permito ayudarme... - mencionaba feliz Platón.
De esta manera el topo trepó sobre la espalda del halcón y emprendieron el viaje, cada uno recordando en cada gota de nube, cada roce del viento, cada rayo de sol y cada hoja de árbol aquello que, en su espíritu, habitaba y aguardaba ser despertado a la conciencia en el momento adecuado.
Una vez de regreso al lugar de partida ambos se dispusieron a despedirse frente a un colorido ocaso, aprovechando este encuentro único para agradecer las bendiciones del abuelo sol, llevando a cabo un pacto de compromiso con respecto a su propio destino, el que desarrollarían con reconocimiento y firmeza, cada uno en su propio mundo.
Cuando Platón llega a su madriguera se encuentra con una escena única: Creta había encendido una diminuta vela y a su lado, en el nido, se movía una pequeña criatura, llena de luz y vida, nacida del amor entre ellos. Es en este preciso momento que, al contemplar a su hijo, viendo sus ojitos aún cerrados pero una fresca sonrisa, Platón comprende el sentido de su viaje y el valor de esta luz en el medio de la oscuridad.

28 de diciembre de 2010

Ángel de Navidad



Una vez más, este ser humano como cualquiero otro, se sentaba frente al monitor de su laptop para ver el estado de conexión del ícono de acceso a internet.

- Pucha... ¡pero otra vez lo mismo! No puede ser que se desconecte a cada rato... maldito servicio de internet.

Se levanta nuevamente de la silla, dejando un almohadón gastado y marcado por sus glúteos que reposan insistentemente una y otra vez allí, permitiéndole un breve descanso entre “desconexión y desconexión”. Su ansiedad aumentaba con el paso de los minutos y el período de tiempo lejos de su computadora se minimizaba, siendo rehén de un pensamiento mágico, puesto que si chequeaba el ícono siguiendo una serie de pautados rituales, inconscientemente creía que esto garantizaría la solución del problema.
Abriendo la puerta de la heladera, mientras se rasca insistentemente la cabeza, busca encontrar algo que sabe no está allí. Observa los alimentos vencidos y putrefactos: unas frutillas, ciruelas, lechuga y tomates, con verdes hongos, compradas hace un mes atrás en un intento por alimentarse sanamente; un paquete de queso rallado rancio; una gelatina devenida en revestimiento de plástico para el recipiente que la contiene y una botella de refresco con 2 milímetros del líquido que se encuentra allí hace exactamente 2 años. No sabe muy bien cómo sentirse ante este panorama que él mismo ha creado y, que fenomenológicamente hablando, no entiende con qué intención lo hizo. Se decide por lo único que no puede adquirir vencimiento, mal olor ni llegar a ser tóxico con el paso del tiempo: cubitos de hielo. Golpea con rabia la cubetera sobre el mármol de la mesada y algunos cubitos se desprenden, llegando a caer uno al piso. Se desliza lentamente frente a sus ojos y se detiene bajo la cocina.

- Y si... es así... ¿me tendría que sorprender acaso que esto me pase a mi? Si hay alguien que tiene mala suerte... ese soy yo... como dijeran por ahí: “algunos nacen para ser estrella y otros nacen estrellados”. Más que estrellado soy la peor confluencia de meteoritos, cometas y asteroides.

Hacía ya varios años había adquirido el hábito de hablar solo en voz alta. No configuraba un acto de reflexión sino de mera descarga de frustraciones hacia sí mismo.

- ¡Maldita Navidad! No se para qué la gente festeja algo que ni siquiera saben el motivo. Ay si, muy lindo, el niño Jesús en el pesebre, la virgen y la rep... que la parió... y el carpintero ese que ni siquiera agarró el martillo para ensartar el clavo - murmuraba irónicamente mientras llenaba la copa de plástico con agua, mientras el hielo se disolvía junto a sus palabras.

Descalzo, con el pelo revuelto, bermudas desgastadas por el tiempo y el mar que fue testigo de sus momentos de enojo, remera adornada con manchas y agujeros por el paso del tiempo, camina lenta y desahuciadamente hacia su puente de comunicación con el exterior con otros seres como él.

- ¡Ah! ¡No lo puedo creer, bien ahí! ¡Vamo loco nomá! - se entusiasma al ver que ha vuelto la conexión a la red social que ya forma parte de su vida cotidiana.
- A ver... a ver... quien está conectado a esta hora... son casi las 12... tengo que festejar con alguien o por lo menos mandarnos alguna tarjetita con una copita para brindar - clickeaba insistentemente sobre la lista de utilidades del sitio virtual.
- ¡Qué de más! Sabía que iba a encontrar una linda postal y que ella iba a estar conectada en este momento - se emociona al ver el punto verde que indica la conexión de la chica que inunda de fantasías y deseos sus sueños por las noches.

En el momento que clickea su nombre - Betty Boop 1979 - el punto verde se torna gris y con esto sus pensamientos y su corazón.

- Noooooo... no me hagas esto... ¡si yo lo único que pido es sólo un instante de comunicación con ella para poder darnos un beso por la Navidad! - se crispaba frente a la laptop al ver que nuevamente el sistema inalámbrico fallaba y le dejaba solo con su angustia.

Como si el universo conspirase para que terminara llorando en estas “fiestas”, en un acto de ira atropella con su mano la copa con agua y esta se derrama sobre el teclado... algo que en su mundo interno tiene el mismo significado que una espada desgarrando cada músculo de su pecho.
Ya no le quedan palabras ni ánimo para hablar en voz alta. Simplemente se desploma sobre la computadora inerte, que le ofrece un monitor negro como su vacío existencial. Llora desconsoladamente dando rienda suelta a su tristeza. Se pasa una mano por su cabeza queriendo contenerse a sí mismo, como buscando las viejas caricias de su madre cuando éste las necesitaba. No puede entender cómo se puede sentir tanto dolor, tanto vacío... tanto miedo... tanta proximidad con la muerte. Un pensamiento suicida lo toma por sorpresa y, por un instante, permanece inmóvil antes de llevar a cabo lo que su mente está mascullando. No sabe si estos segundos son los peores o los mejores que le han sucedido en su vida. Se siente sumergido en una intensa adrenalina porque estos son los últimos momentos de su existencia. Se siente dueño, por primera vez en largos años, de su destino. A su cuerpo vienen fuertes sensaciones y emociones, se le eriza la piel, se tensan los músculos, su cerebro se alerta, sus pensamientos se aceleran y su respiración se intensifica. Se siente el ser más poderoso de toda la creación. Se siente su propio Dios. En unos momentos será él mismo quien ejecute el acto más condenado desde el inicio de la humanidad... decidir cortar el hilo de su propia vida.
Levanta su cabeza, decidido a dar sus últimos pasos sobre tierra firme para ir a la azotea y despedirse de este mundo volando, cuando se encuentra con algo inesperado.
A través del profundo color negro del monitor se refleja una potente luz. Entrecierra los ojos como si con ello pudiera comprender mejor la naturaleza de tal fenómeno. En ese momento escucha una melodía dulce y pacífica. Un suave viento recorre su rostro, le renueva el aliento y reacomoda su pelo. Su pecho se ve regocijado ante una cálida caricia intangible.
Ahora la imagen se manifiesta claramente... se encuentra mirando el rostro más bello que nunca hubiera podido imaginar. Las facciones delicadas, tenues y amorosas. Su cabello largo, ondulado, dorado y gris, con un potente brillo que le inspira un amor intenso y desconocido hasta ahora. Por detrás de ese ser ve como emergen tímidamente dos enormes y hermosas alas, que en cada aletear le regala un soplo de esperanza.
Sin mediar palabras recibe de esta criatura maravillosa el abrazo más cálido y desinteresado que nunca tuvo, ni siquiera cuando era un recién nacido y su madre lo sostenía entre sus brazos. Se da cuenta que las manos tiernas y delicadas de este ser están acariciando, literalmente, su adormecido y dolorido corazón. No puede contener las lágrimas de emoción y alegría.
Se rinde ante este profundo amor incondicional y acepta que él es el dueño de su propio destino, nunca volverá a sentirse solo y vacío, porque gracias a la desconexión virtual, la Navidad le trajo como regalo la presencia de su ángel de la guarda y con éste, su intenso amor por la vida.

4 de diciembre de 2010

LA ESCRITURA COMO CAMINO


Me preguntas que cómo me siento al escribir.
Interesante cuestionamiento.
Podría apelar a recursos intelectuales y salvar esta inquietud con algún argumento racional. Pero si elijo ser honesta contigo y conmigo, te puedo decir, preguntón, que sentirme “escritora” es como enfrentar una pared. Sí, una pared. Alta, más que alta, enorme... mirá... ¡si está tocando el cielo! ¿Acaso creo que tengo las agallas para animarme a treparla? O podría fabricar un artefacto de demolición y hacerla estallar en pedazos. También podría recorrer un lento camino de desarmado, pieza por pieza, bloque por bloque, pacientemente. Podría pedir ayuda, de vez en cuando, y entre dos o más personas, ir desarticulando esta barrera que se impone ante nuestros ojos.
Pero me pregunto: ¿por qué o para qué debería elegir uno solo de estos variados caminos?
Y, es así que, a veces siento que hago todo de una sola vez. En ocasiones, siendo fiel observadora y respetuosa de mis emociones, decido recorrer la demolición si es que estoy transitando una rabia explosiva o una profunda tristeza; escalarla si mi ánimo es alegre y entusiasta, sintiéndome confiada en mis habilidades; si dispongo de tiempo y tolerancia opto por un derrumbe lento y minucioso, analizando cada detalle e imperfección. Siempre, pero siempre, acudo a la ayuda de mis hermanos de la vida, para que me enseñen a desarmar mis viejas creencias y así poder construir “de cero”.
Veo las piezas sueltas, dispersas y, aparentemente, inconexas a mis pies, de esa que hace unos instantes, era una intraspasable pared.
A la izquierda algunas ideas convencionales del tipo: “las mujeres deben estar sujetas a las normas de la sociedad y buenas costumbres”, “pero si decís eso te van a tomar por loca”, “si utilizás ese léxico no te van a tener en cuenta”, “no es de buen gusto expresar todo lo que sentís”... y así un sinfín de bla, bla, bla.
¿Acaso me importa? ¿Modifica mi sentir seguir esos parámetros de “normalidad” y convencionalismo?
A mi derecha observo las piezas de un sistema de creencias viejo, muy viejo... tan viejo que casi no reconozco que formara parte de mí. Son como un montón de escamas deterioradas que ahora, al verlas ahí amontonadas, me pregunto: ¿cómo pude cargar con éste montón de basura inútil? ¿a quién quería convencer camuflándome con ella? ¿era consciente de que estas escamas no estaban adheridas a mi piel y que yo elegía sostenerme en ellas?
Veo otras piezas que se van desintegrando con el viento. Son los fragmentos que se engancharon, más superficialmente, en mi coraza, la que trato de ir desarmando en cada oportunidad de escritura catártica. ¿Realmente era tan fácil deshacerme de ellos? Pero si no revestía mayor gravedad... ¿por qué no lo hice antes? ¿Sentiría que eran necesarios para ser aceptada e integrada en sociedad?
Pero los más interesantes son los trozos desgarrados que se encuentran bajo mis pies. Eran los más arraigados, esos que uno ni cuenta se da que se alimentan de nosotros, aún cuando lo que nos sostiene sea el vacío y el hambre. Son como pequeñas sanguijuelas, parásitos, seres en apariencia desagradables y que no se justificaría su existencia, pero aún así... existen. Y no en vano nos acompañaron hasta este momento en que al enfrentarnos, cara a cara, les agradecemos por su estadía, la cual no fue muy grata, pero con una fuerte patada los mandamos al lugar que les corresponde, la Madre Tierra. En ella se esfuman, se entierran hasta lo más profundo, para nutrirse de los alimentos primarios, transformarse, y una vez reconvertidos en algo sustancioso y valioso, emergen nuevamente a la vida.
Ante este escenario me encuentro una vez que me he despedido de mis barreras y, frente a mi, ahora hay un enorme pozo, un hueco que lo siento sin fin. Sí, es cierto, parece un agujero negro, tan negro que si existiera un color más oscuro, lo escribiría con su nombre. Y sí, da miedo, por supuesto que da miedo. Como todo hueco sin fin ejerce una fuerza de vacío, de atracción.
¿Que me sostenga en algo y no me permita caer? ¿Que pida ayuda para salir cuanto antes de su proximidad? ¿Que me aleje cuanto antes y me convenza de que nunca lo vi? Definitivamente estas actitudes, en mi actualidad, no me definen, por suerte... o esfuerzo.
Por supuesto que el camino fácil habría sido ese pero ¿qué gano yo al escapar? ¿el agujero negro va a dejar de existir si yo corro hacia el lado opuesto y niego su presencia? ¿si me voy... no estaré permitiendo que esa fuerza siga creciendo y coma insaciablemente todo lo que esté a su alrededor, hasta que al fin llegue hasta a mi y, entonces presa de terror, me consuma definitivamente?
Uniendo la intuición, la coherencia, la lógica y el sentido común, aún siendo un sin-sentido, me doy cuenta que la huída no es el camino correcto. Por lo tanto, siendo responsable por mi miedo, dudas, inseguridades y el terror más grande sentido hasta el momento, decido no resistir y ayudar a esta fuerza magnética. Me dejo arrastrar por ella y ahí, en ese agujero negro, es cuando me veo y reconozco con mi propia esencia, eso que verdaderamente “yo soy”. ¿Linda o fea? ¿Grande o chica? ¿Buena o mala? ¿Valiente o cobarde? ¿Inteligente o ignorante? ¿Cariñosa o distante? ¿Honesta o mentirosa?
Nada de eso o todo eso.
En esta oscuridad sin límites no hay parámetros, no hay juicios, no existe el Si o No... En esta profunda y real oscuridad, LO QUE ES, ES y solo existe la aceptación. Caen lágrimas de dolor, duele el estómago de tanto vacío y ansiedad, retumba la cabeza por los desencuentros, flaquean las piernas ante el desequilibrio, sufren los oídos ante el silencio desgarrador y se enmudecen las palabras habladas ante la nada, en un grito ahogado de desesperación. Pero este doloroso pasaje ¿es menos doloroso que la huida, que el permanente miedo al miedo, que el sufrimiento por temor al propio sufrimiento?
Desde ya lo digo: Si, absolutamente.
Es un dolor intenso y aterrador pero que conlleva el germen de la vida. Plasmado al otro lado de la oscuridad, está la luz que nos espera cuando construimos un faro de esperanza. De a poquito, pieza por pieza, fragmento por fragmento, en ese hueco, vamos rellenando la tierra que, con sus nutrientes, nos va enriqueciendo y solidificando nuestros cimientos. Ahora nuestros hermanos son la lluvia, el viento, las piedras, los animales, los árboles, las estaciones del año, el sol y la luna, todos colaborando en armonía para que podamos renacer a la vida manifestando nuestro espíritu.
Finalmente, eso es, ni más ni menos, lo que aguarda ser encontrado al otro lado, cuando elijo recorrer la escritura como camino.

28 de noviembre de 2010

Homenaje a mis ancestros


Giro mi cabeza y, en una fracción de segundo, mágicamente, transformo un intenso atardecer naranja y rosa, en un poderoso amanecer en el desierto.
Mi alma ha habitado este paisaje algún milenio atrás, ha visto los coletazos y huellas de serpientes en la arena seca.
Los ojos, sin velo, han sido iluminados por los nacientes rayos del sol, luego de la limpieza generosa de las lágrimas protectoras del viento.
La tormenta de la noche ha despejado el cielo y mi espíritu, trayendo consigo a una nueva mujer, la dueña de estas arenas.
El calor es intenso, los pies buscan la frescura de una sombra lejana, el aliento se entrecorta, el estómago pide oasis y no se deja engañar por las gotas de transpiración que mi lengua le acerca.
Me arrodillo frente al pozo de agua, intentando ligar el hilo de mi vida a esta esperanza, cuando en las ondas veo una imagen espectacular.

¿Desde cuando tengo estos ojos negros? ¿Mi cabello era tan extenso y ondulado? ¿Mi tez era tan oscura y tensa? ¿Dónde están mis pecas y lunares?

Una mano de largos dedos, repletos de anillos con símbolos, descubre la suave tela que cubría parte de mi rostro.

¡Qué hermoso rostro de mujer zizagea en estas aguas! No me reconozco... ya no tengo mis 30 años. ¡Que sabiduría emana de esta mirada ancestral!

¿Le hablaré? ¿Será que me responde? Pero si soy yo misma... entonces... ¿estaré viviendo el mito de Narciso? Por las dudas no intento tocarla... quizá me ahogue y nazca aquí una flor...

- Shhh... no preguntes viajera... este no es momento para el nacimiento de una flor. Es la hora de tu despertar ¿me escuchas? - habla, manteniendo sus labios sellados, la imagen etérea del agua.

Un extraño sentimiento me invade y solo escucho voces lejanas, que proclaman llamados de otra época.

- No quiero preguntar... así que te voy a contar lo que siento. En mis oídos llegan palabras que no reconozco pero me incitan a responderle. Por favor, ayúdame - exclamo en voz baja, sin poder ocultar el temor, angustia y adrenalina.

- Es tu sangre y tus ancestros hablando el idioma del mundo. Te convocan para que cumplas el mensaje inscripto en tus células. Apaga tu mente, descansa tus oídos, somete tus sentidos y libérate al encuentro. Confía en tu voz interior. Hemos sido la chamana de nuestra tribu, la bruja de nuestra tierra, la sanadora de nuestro pueblo... hemos sido las brujas de todos los tiempos... Permite que estas lenguas se fundan en el canal de tu pecho.

Poso mis manos y mi frente en esta tierra antigua. Mis ojos se cierran y mis pestañas son acariciadas por su tibieza. Mi cabello cae dócil y se entrega a la naturaleza. Me vuelvo una con la madre que me concibió en el inicio de esta alma peregrina. En este gesto humilde de agradecimiento siento el abrazo de la eternidad y escucho claramente el sentido del lenguaje no hablado. Sin poder, ni querer, contenerlo, devuelvo vida en un profundo llanto, vibro en un súbito estado de iluminación y siento a mis ancestros conmigo.

- Lo he visto... lo he sentido... Ya no hay vuelta atrás ¿verdad?

- No, eterna nómade. Una vez que se te ha revelado tu misión, eres responsable por llevarla a cabo en esta vida.

- ¿Aunque en esto se vaya lo que hasta ahora he conocido?

- Sí... una peregrina, guiada únicamente por su fe y esperanza, no lleva más que su misión en su equipaje.

- Y las voces de los espíritus.

- Ellas son las únicas que estarán junto a ti cuando debas soltar lo que te ha permitido transitar esta existencia.

- Lo entiendo... era necesario este pasaje para descubrir que, ante esta Verdad, no hay retorno. ¿Puedo volver a girar mi cabeza?

- Si. Pero nunca volverá al mismo lugar aunque así parezca para los demás.

Y en una simple rotación me encuentro en la posición inicial.

Ahora, ante mi, se desplega un atardecer citadino cubierto por nubes de una premonitoria tormenta.

27 de noviembre de 2010

PODRÍAMOS


Podría jugar en los surcos de tu rostro como reveses
y correr el riesgo al saltar entre tus rebeldes dientes,
deslizarme por la selva de tu cabello en cana
y escalar las empinadas subidas de tu barba.

Podrías divertirte en los vacíos de mis caderas
y dejarte caer por las líneas de mis praderas,
trepar por las pendiente de mi vientre
y dejarte llevar por la magia de mis pechos turgentes.

Podría gozar en las curvas de tu lecho
y colgarme en la cima de tu mentón,
sumergirme en la tibieza de tu pecho
y entregarme en el cuenco de tu corazón.

Podrías aventurarte en la espalda de mi asombro
y regocijarte en el lunar de mi hombro,
descansar en la mancha de mi entrepierna
y enamorarte del lunar en mi cara tierna.

13 de noviembre de 2010

UNA AMISTAD DEL MÁS ALLÁ



Un mediodía de primavera, tirados sobre el pasto del campito del barrio, estaban matando el tiempo Nino y Adán. Eran amigos desde la primera infancia y aún hoy, teniendo 18 años, mantenían vigente una profunda amistad, que con solo mirarse sabían lo que pensaban y aún antes de que el otro lo supiese. El sol iluminaba sus pensamientos y el viento les iba dando forma hasta que:
- Che... Adán... ¿te pinta hacer una locura este fin de semana? Estoy embolado. Realmente... estoy necesitando emociones fuertes. Me contaron el otro día la Leyenda del Cerro de las Ánimas y bueh... ya me conocés... soy re viajado... me colgué con eso. ¿Qué decís, me seguís en esta? Mirá que es para valientes.
- Uhhh loco... piraste colores de nuevo. Si, conocía algo de eso pero la verdad que no creo en ninguna de esas cosas. A mi no me vengas con historias de luces malas, espíritus, almas en pena. Sabés como soy, yo creo en lo que veo. Pero me copa la idea de escalar el Cerro... necesito cambiar de aire por unos días y hacer ejercicio. Esto de estar sin hacer nada no es para mi.
- ¡De más! Armate la mochila hoy, yo llevo la carpa y linternas, vos las botellas con agua y algo para comer y no le damos mas vueltas al asunto. ¡Aprontate para tener contacto con el más allá! Más allá de tu descreimiento, digo... je je.
Partieron ansiosos para preparar el viaje y en las primeras horas de la tarde emprendieron su recorrido. Vivían a pocos kilómetros del lugar por lo que optaron por “hacer dedo” hasta allí y, una vez en la base del cerro, comenzar su peregrinaje a pie.
- Loco, pasame el agua que estoy muerto de sed, el sol me está achicharrando el cerebro - decía un tanto irritable Nino, extendiendo su mano, confiado en que su amigo le alcanzaría la botella.
- Sí, pará... estoy seguro pero seguro que la tenía en este bolsillo. Pará... ah si, creo que acá está - pensaba en voz alta Adán mientras se arrodillaba para responder a la solicitud del otro - Me vas a matar... no la traje... ¡chan!
- Dejá... si te conoceré... yo soy el volado pero vos no te quedás atrás eh. Tan super lógico y racional que sos y terminás con el mismo despiste que yo. Muy a mi pesar soy previsor y traje esta botellita... pero esto me enojó un poco eh... - arqueaba el ceño disconforme Nino.
Adán tragó saliva para no responder al reproche de su amigo y, un tanto fastidiados, siguieron su camino. En repetidas oportunidades surgieron comentarios iracundos de uno hacia otro, con reclamos y distintos puntos de vista, queriendo cada uno imponer su forma de pensar y tener la razón. Al llegar a la cima del cerro, por la noche, ambos habían optado guardar silencio y no dirigirse más la palabra, para evitar mayores enfrentamientos.
Armaron la carpa, las linternas que habían olvidado cargar con pilas, los sobres de dormir y buscaron en el sueño calmar sus enojos embravecidos por sus voces interiores. Transcurridas dos horas de sueño, unos extraños sonidos los despierta:
- ¡Dejate de hacer ruido para llamarme la atención y dormite flaco! - gritó malhumorado Adán mientras giraba su cuerpo dándole la espalda a su amigo.
- Shhh... ¿no escuchás? No fui yo... Pa... creía que habías sido vos pero mirá... el ruido sigue afuera... A mi me está dando miedo... ¿Qué hacemos? - temblaba Nino cubriendo su rostro con el sobre de dormir.
- Na... no es nada... es el viento. Date cuenta que estamos en la cima de un cerro... o sea... media pila bo... es obvio que hay ruidos de la naturaleza. Vos te crees cada cuento. Para colmo trajiste las linternas sin pilas. No me engancho en ninguna otra locura tuya. Dormite y dejame dormir - hablaba seguro de sus palabras y dispuesto a reconciliar el sueño.
Al calmarse los movimientos y ruidos exteriores se entregan al mundo de la inconsciencia, cuando de repente:
- ¡Ahhh ta, loco ta! ¡Vamos a ver qué es porque te juro que no doy más del miedo! Seguro que con la luz de la luna vemos algo... si son espíritus los quiero ver y, si no es eso, quiero dormir tranquilo, pero no me aguanto esto - se movilizaba temeroso Nino.
- Dale, está bien... todo sea porque me dejes en paz - reaccionaba con fachada de seguridad Adán, aunque su estómago se retorcía de nervios y sus piernas flaqueaban sin querer salir de allí.
Sigilosamente y sin querer ser descubiertos abren la puerta de la carpa, deseando no ver lo que evidentemente allí estaba.
- Noooo... ¡¿pero qué es eso?! ¡Te dije que las historias eran ciertas! Pará... no te muevas - exclamaba paralizado Nino.
- No exageres... seguro son bichitos de luz... mis abuelos me decían que en esta época del año salen en busca de caracoles... ¿a qué no sabías que ese insecto minúsculo golpea en la caparazón del otro y cuando sacan la cabeza se los comen? Fundamentos, nene, fundamentos - comentaba sarcásticamente Adán, mientras su amigo no salía de su estupor.
Pero para su sorpresa, las dos lucecitas intermitentes se acercaban, sin demora, hacía ellos.
- Pa... ¡mirá, loco, mirá! No te puedo creer... ¡es Corbata! ¿Lo ves, lo reconoces? - pronunciaba con ojos bien abierto Nino, confuso y sin saber qué hacer ante el espíritu del gato de su infancia.
- Uy... ¡tenes razón! ¡Zarpado! Está igualito que cuando lo vimos por última vez... solo que es transparente. Pero... se está acercando demasiado... Este... ¡queres ver que busca o salimos corriendo? - preguntaba terriblemente impresionado Adán.
- Dale... corremos... ¡Ya! - emprendió la corrida, cuesta abajo, Nino manteniendo en vista a su amigo para protegerlo.
Lo que habían demorado en subir por la tarde, ahora lo transitaron en la mitad del tiempo, deteniéndose para verificar si Corbata había desaparecido.
- Ay... qué alivio... me gustan estas historias de almas que resucitan pero es demasiado... me sobrepasó la realidad - hablaba con la respiración entrecortada Nino.
- Pero... ¿de qué realidad me hablás?... Si Corbata... ay... ¡Corbata está sentado en tu hombro! - saltaba y movía los brazos sin saber qué hacer Adán.
- Ay ay ay... ¡sacámelo, sacámelo! - corría para un lado y otro Nino mientras el minino plácidamente sonreía cambiando de lugar pero permaneciendo junto a él.
- A ver... pará... él no te está haciendo nada y me parece que está sonriendo - observaba con cautela Adán.
Cuando se tranquiliza el otro, Corbata desaparece y aparece, enciende sus ojos y los apaga, vuela y pisa tierra firme, como invitando a los mortales a jugar.
- Che... me parece que nos quiere decir algo ¿no? - indagaba más calmado Nino.
- Sí... tenes razón... creo que nos invita a jugar con él y... además... yo que se... ¿no te pinta tener un gato fantasma en el pueblo? - cuestionaba curiosamente Adán, sin poder creer cómo brotaban esas palabras disparatadas de su boca.
- ¡A-LU-CI-NAN-TE idea! Vamos a ser los únicos con una mascota del más allá y podremos crear nuestras propias historias de fantasmas - expresaba contento Nino mientras respondía a la sonrisa del gato.
- No se diga más. A guardar nuestras cosas, olvidar nuestras peleas sin sentido flaco, ya que... ¿quién me iba a decir que nuestra amistad se iba a ver fortalecida gracias a un gato fantasma? ja ja ja - festejaba divertido y feliz Adán, al recobrar el poder de la magia en su vida.
- Esaaaaa... ¡grande amigo! Corbata es testigo de esto y... no vale la pena debatir en qué casa va a vivir el gato, ¿no? - incitaba lúdicamente Nino, sabiendo que ambos compartirían la estancia del felino en una y otra casa.
Y así, luego de una noche de poco sueño y muchos despertares, parten hacia el pueblo los dos amigos, felices de haber reencontrado a su mascota de la infancia, pleno de sorpresas y alegrías, al tener la fuerza de los milagros e historias fantásticas en sus vidas.