6 de noviembre de 2010

La leyenda de la Jirafa




En el inicio de los tiempos moraban la Tierra dos únicas manadas: los Mulurukis y los Rambindokas. Los primeros eran cuadrúpedos de pelaje corto, suave e intenso color amarillo y largas patas huesudas. Los segundos de similares características, pero su pelo más largo y color marrón, patas cortas y dos cuernos en la frente.

Cuentan que ambas especies vivían en constante enfrentamiento por su supervivencia sobre el planeta, puesto que eran hervíboros y se disputaban las pocas hojas de los árboles y arbustos de su hábitat.
Un día como cualquier otro, iba hacía el único estanque con agua, Buki, una Muluruki precoz e inquieta, intentando matar el tiempo y queriendo descubrir algo emocionante que renovara su rutinaria vida, mientras su manada reposaba del incesante sol bajo la escasa vegetación del lugar, cuando sus oídos se alertan ante un lamento desconocido.
Sus ojos son testigos de una extraña escena que la envuelve por completo. Bajo un pequeño árbol ve como una extraña criatura se retuerce y esfuerza por ponerse en pie. Sus chillidos incitan su curiosidad y lentamente comienza a acercarse... sin saber muy bien con qué objetivo.
- Hey... criatura... mi nombre es Buki y soy una muluruki. ¿Tu familia está por aquí? Nunca había visto alguien como tu... porque en estas tierras solamente habitamos mi familia y otros seres que ni te hablo de ellos, porque son despreciables... los Rambindokas. Puaj... solo de nombrarlos se me revuelve el estómago.
Se queda esperando una respuesta, con los ojos bien abiertos y las orejas paradas, pero el extraño ser ni se inmuta, sigue moviéndose y lamentándose.
- ¡Ah! ¿Qué haces tu aquí, sabandija? ¿Viniste a seguir robando nuestro alimento? Andá aprovechando los pocos días que te quedan antes de que mi familia y yo los echemos de “nuestra tierra” - exclamaba con ira Romka, un enemigo acérrimo de la casta Muluruki.
- Nene, no seas pavote, dejá de amenazar y no me molestes con tonterías, en este momento estoy muy ocupada... he hecho un gran descubrimiento y soy dueña de algo que nunca podrás tener - se jactaba Buki con gestos de burla y omnipotencia.
- ¡Ay! ¿Qué es, qué es, qué es? Dale, no seas mala, mostrame que es... podemos tener un secreto, te juro que soy buenísimo para ocultar información- saltaba entre divertido y ansioso el pequeño rambindoka.
- ¡No! Vos vas a querer apoderarte de él y llevártelo para tu casa. Él es mío y de nadie mas. Yo lo encontré y vi primero, así que yo soy la dueña - refunfuñaba cada vez más contrariada Buki, controlando sus ganas de tirarle una patada a su contrincante.
- Ta, nena, yo me lo llevo porque lo que se encuentra tirado en el piso no es de nadie, así que ahora es mío porque soy más rápido que vos, ja ja ja - provocaba Romka y en un rápido movimiento cazó a la criatura por sus patas.
- Noooooo, es miooooooo - se avalanzó la muluruki y tomó al objeto de pelea por sus cuernos.
En medio de gritos, provocaciones y tirones se vieron envueltos en una nube de polvo que no les dejaba verse entre ellos ni a la criatura.
- Ahhhhh nooooooooo - exclamaron a coro, asombrados, Buki y Romka, con sus ojos exorbitantes y boca exageradamente abierta.
Cuando cedió el shock inicial comenzando a observar el resultado de su enfrentamiento, girando en torno al nuevo ser, sin poder creer lo que ante ellos se manifestaba. Un animal de extrañas características se movía ante ellos, con patas muy largas, manchas marrones, pelaje amarillo, cuernos en su frente, ojos angélicales de largas pestañas y un descomunal cuello.
- Mira Romka... ¡qué cosa más rara! Ahora es más alto que nosotros... y se ve que tiene hambre porque ya está comiendo de la copa de los árboles. Suertudo... nuestras familias serían amigas si pudiésemos llegar hasta allí arriba - compartía sus pensamientos con cierta tristeza Buki, intentando ver un chispazo de consuelo en la mirada del pequeño Rambindoka.
- ¡Qué buena idea, amiga! Ahora sí podremos alimentarnos cómodamente y sin miedo a que no haya suficiente para todos. Somos unos genios, ¿sabes por qué? - festejaba impacientemente Romka.
- ¡Cuéntame! - exclamó en voz alta Buki al sentir que renacía en ella un nuevo sentimiento de alegría y esperanza.
- Porque este ser, que llamaremos Jirafa, será nuestro símbolo de unión y fraternidad, ayudándonos a comer las copas de los árboles, ya que podremos trepar por su largo cuello.
- Eres genial Romka. ¡Somos un gran equipo! - celebraba Buki abrazando a su nuevo amigo y escalando el cuerpo de la jirafa para integrarla en su festejo.
Así nace la leyenda sobre el origen de la Jirafa y la celebración de las diferencias entre las especies, donde un día dos animales de manadas enfrentadas fueron protagonistas del nacimiento de la esperanza y paz al compartir un mismo sueño.

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