5 de marzo de 2014

Parque Canillita


La Feria de Tristán Narvaja es el mejor paseo para un domingo otoñal. Un clásico uruguayo. Libros de segunda mano, antigüedades varias, objetos obsoletos, eso sí, en medio de los puestos de frutas y verduras, pescados y embutidos artesanales, lo que le confiere un ambiente único en su estilo.
            Más que una feria es un parque urbano. Hacia una de las calles laterales se extienden sendas filas de banquitos de madera, una fuente de agua con estatuas de caballos, indígenas y algún que otro prócer autóctono. Uno puede recorrer tranquilamente los caminos laberínticos del paseo y darse una cabezadita en el parque, satisfecho por la compra realizada de tantos objetos sin aparente valor, más que el simbólico y afectivo, que suele ser para uno mismo.
            Se llama Parque Canillita porque según cuenta la leyenda, urbana también, allí se leyó el último ejemplar impreso de un diario, en el año 2015. Algunos versan que el día exacto fue un 31 de Diciembre, por ser el último día del año, aunque la mayoría defiende aquella referencia en la cual la edición estaba atrasada y pertenecía a un par de días anteriores. La cuestión es que ese último ejemplar, aún atrasado, fue el último que el ciudadano uruguayo leyó, puesto que ya se había decretado que a partir del 1 de Enero de 2016 ya no se imprimirían periódicos, solamente circularía la información en formato digital y online. Alegaban que por una política de protección ambiental, ayuda a las reservas de árboles, disminución de la contaminación, entre otras excusas. Pero lo cierto es que con esta resolución del gobierno, de una vez, y para siempre, se acabó terminantemente, con una querida y antiquísima tradición, no solamente uruguaya, sino de corte universal. El periódico ya no formaba parte de ciertos rituales de relajación como el que acompañaba el desayuno del domingo, en algún café del centro, ni aquel que se sentaba en la plaza o parque, junto al termo y mate, menos el que cargaba el señor en la silla para, una vez sentado en la playa, abrirlo y a sus anchas comentar las noticias allí más relevantes.
Ahora el mundo había cambiado, el Uruguay poco a poco se iba convirtiendo en un país digital, un país innovador, de última línea, y ya no se compartía en la familia un momento de comunicación a través de acontecimientos de su entorno, ahora cada uno ingresaba a los periódicos desde su móvil, computadora o reloj inteligente. Uno bien podría pensar que esto formaría parte de un escenario futurista, pero ¿acaso no todo mañana ya es futuro? ¿Cuándo empieza la Era futurista? ¿Quién establece el inicio de una Era sino por los hechos cotidianos que, de manera concreta y definitiva, marcan un antes y un después?
            Es así que en aquel parque urbano, llamado aún Canillita, donde en una época no tan remota, un ejemplar de periódico atrasado fue leído por última vez en su formato impreso, dio paso a toda una Era desconocida, una época en la cual ya no habría personas que se dedicaran a la venta de diarios por las calles a la voz de “Diaaario, diario”, o en los clásicos puestos de venta en cada esquina. Y es así como también, poco a poco, la gente dejó de comprar revistas, libros, cuadernos, lápices, puesto que no había motivo alguno para leer o escribir, salvo a través de monitores y teclados. Los seres humanos bienvenidos a la Tierra nacidos en esa Era son los que no tuvieron necesidad de aprender a leer o escribir, sino que desde bebés se fueron sumergiendo en el mundo digital, como si de una burbuja a otra se hubieran trasladado.

            Un refrán uruguayo, clásico ánimo nostálgico, dice: “todo tiempo pasado fue mejor”. De todas formas mientras el ser humano tenga ojos, dedos, voluntad y ansias de libertad, seguirá escondiendo ejemplares de periódicos, como si de un huevo de dinosaurio se tratara, para mostrar a sus descendientes uno de sus más preciados tesoros, el olor a papel y la magia de la letra escrita, tal como yo tengo uno ahora, escondido entre mis brazos y a punto de ser entregado a una de mis nietas. Que siga disfrutando un rato más de este domingo soleado en los relucientes toboganes del Parque Canillita. Aún más relucirá su rostro cuando descubra el color amarillo y el emotivo aroma de estas hojas impresas en el año 2015.

1 comentario:

  1. El olor al papel y la magia de la palabra escrita. He ahí dos pasiones compartidas que dan razón y sustento a un mundo, futuro? , en el que quienes vendrán no conocerán de ellas sino por lo que, quienes caemos bajo el embrujo del papel entintado, podamos dejarles, precisamente, escrito. Me ha dado gusto tomar unos mates a la sombra de los frondosos árboles de éste parque tan singular.

    ResponderEliminar